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julio 29, 2023

L NACER DE NUEVO

Sobre Lucas 3, 15-16.21-22



Un año antes de salir del armario, estaba en una de las reuniones con los jóvenes siendo catequista y hablábamos del bautismo. Justo había utilizado este texto de Lucas para ilustrar la charla y orientar la dinámica, para que así entendieran lo que significaba el sacramento. Les hablé de nacer de nuevo, dejando atrás en el agua todo lo que nos mancha, permitiendo que el fuego del Espíritu reescribiese nuestras vidas. Mientras explicaba todo eso a las chicas y chicos que me escuchaban, sentía un vacío inmenso porque no vivía -ni siquiera creía- nada de lo que les contaba. De repente era plenamente consciente de que todo lo que estaba ofreciéndoles como persona era un fraude. Hacía mucho tiempo que ni el agua bastaba para purificarme, ni mucho menos sentía el calor del Espíritu entibiar mi doble vida. Cuando terminó la reunión busqué al Responsable de mi Equipo de catequistas y le dije que no volvería más.


Por lo que he podido compartir con otras personas LGBTIQ+ creyentes, es bastante común esta sensación de parecer una estafa -en especial entre los que desempeñamos en momentos alguna tarea pastoral. No en vano, en nuestro secreto interior mantuvimos una encarnizada lucha entre quien se supone que deberíamos ser -y así lo interpretábamos en nuestra trágica-cómica vida- y lo que realmente éramos -¿a quién pretendíamos engañar?- porque era inevitable autoaceptar nuestra identidad sexual o por el contrario arrancarla de cuajo y resignarnos a ser lo que la sociedad de bien y la religión esperaban de nosotros, enterrando nuestro yo real para perpetuar una vida de mentira.


Meditando ahora la lectura de Lucas, vienen a mí los días en que me alejé del Jordán y las corrientes de Enón. Ese momento supuso un tiempo de dolor y soledad, de ruptura y desierto, pero también un punto más en el que tomé decisiones y desde el que me puse en búsqueda hasta colocarme a tiro de Dios mismo.


Las personas LGBTIQ+ creyentes hemos sorteado incontables crisis de fe en nuestras vidas. Que ahora podamos dar testimonio de las proezas que Dios ha hecho en nosotras y nosotros, forma parte de un largo camino de descubrimiento personal no exento de tiempos de desconsuelo. Todo esto viene a mi pensamiento para poner de manifiesto que, quizá, nadie mejor que los creyentes LGBTIQ+ podemos dar fe de cuánto nos ama Dios, porque pocas personas han luchado tanto y tan a contracorriente para salvaguardar la fe, incluso cuando hubo tantas razones para abandonarla definitivamente.

Por eso mismo puedo decir que fui bautizado con agua, pero detrás de un instante en el que me sentí un mierda, una piltrafa, -porque no terminaba de aceptarme a mí mismo, porque tenía miedo de mostrar mi identidad, porque no sabía leer los renglones torcidos de Dios-, detrás de ese momento en que me sentí una estafa como persona ante esos jóvenes que me escuchaban, estaba la gran oportunidad de ser acogido por el Creador, otra vez.

Yo sé lo que significa ser bautizado con el Espíritu Santo y fuego, y conmigo muchas personas LGBTIQ+ creyentes, una vez sanadas las heridas, han experimentado la fuerza de Dios en sus vidas. Ahora podemos dar testimonio de que hemos nacido de nuevo en ese bautismo que no viene de Juan sino de Dios.

Nacer de nuevo es dejar atrás una vida de temor, engaño y dudas, y a cambio comenzar a confiar plenamente en Dios.

Nacer de nuevo es también entrar en un continuo compromiso con Jesús, aceptando el riesgo de ser su testigo en terrenos a veces poco propicios.


Juan anuncia en el texto de Lucas que detrás de él viene quien de verdad puede transformar las vidas, poniendo en valor los dones recibidos, sin renunciar a nada, dando gracias por lo que somos, obra suya. Y en el bautismo Jesús participa con todas y todos -también con las mujeres y los hombres LGBTIQ+- la alegría de ser hijas e hijos amados por Dios. El Padre sin duda se complace en nosotras, se alegra en nosotros, nos ama. Y esa es, precisamente, la mejor de las noticias.



Jesús se bautizó. Mientras oraba, se abrió el cielo

En aquel tiempo, el pueblo estaba en expectación, y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos: "Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego."

En un bautismo general, Jesús también se bautizó. Y, mientras oraba, se abrió el cielo, bajó el Espíritu Santo sobre él en forma de paloma, y vino una voz del cielo: "Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto."

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