Sobre Mateo 11, 25-30
1. En algún lugar sobre el arcoíris
La primera bandera que representó al Colectivo LGBTIQ+ tenía ocho colores. Su diseñador se llamaba Gilbert Baker y se inspiró en la canción “Over the Rainbow” (Sobre el Arcoíris) interpretada por Judy Garland en la película El Mago de Oz.
Cada color significaba algo importante y trascendente para las personas LGBTIQ+. Ahora que lo pienso, para cualquier persona: el rosa, la sexualidad; el rojo, la vida; el naranja, la salud; el amarillo, la luminosidad del sol; el verde, la naturaleza; el turquesa, la creatividad y el arte; el azul, la serenidad; y el violeta, la espiritualidad.
Aunque la bandera arcoíris era muy utilizada en diferentes ámbitos como símbolo de paz y concordia, fue después del asesinato de Harvey Milk en 1978 cuando empezó a dominar la relación popular de esos colores con el Orgullo LGBTIQ+.
Precisamente la demanda de esta bandera y la nula posibilidad ocasional de fabricar masivamente tela rosa, ocasionó un primer cambio en el diseño, quedando en siete colores. Después, en 1979 se eliminó el turquesa al comprobar que se confundían los tonos al instalarse las banderas en los postes de luz de San Francisco.
Esta es la historia real de la bandera LGBTIQ+, y la respuesta curiosa al porqué de un arcoíris de seis colores que siguen significando, en conjunto, los mismos sentimientos que en su origen. Es un símbolo que representa el orgullo de un colectivo que, pese a los avances legales y de derechos que se han alcanzado en muchas partes del mundo, sigue siendo marginado. Detrás de la bandera arcoíris hay millones de personas de diferentes razas, culturas, creencias y estamentos sociales. Detrás hay mucho sufrimiento, demasiadas muertes y negación de derechos, que son superados cada vez que ondea para dar sentido al deseo inicial de paz y concordia, pero sobre todo de aceptación e integración.
2. Los abogados cristianos que quitan banderas arcoíris.
Casi como por tradición, entre mayo y junio de cada año una asociación de abogados se ha ocupado de buscar razones legales para arriar las banderas arcoíris que se colocan en números ayuntamientos y organismos, con ocasión de celebrar el día del Orgullo. Lo contradictorio del caso es que esos abogados se autoproclaman cristianos. Son elementalmente aplaudidos por otras personas cristianas que se complacen en un acto tan incoherente para quienes se dicen seguidores de Jesús y, por tanto, de su Evangelio.
Nuestro hermano Munilla ha acusado al movimiento LGBTIQ+ de “desfigurar” el arcoíris, “un símbolo bíblico de la unidad con Dios”. Por supuesto, a algunos obispos y a estos abogados ni se les ha pasado por la imaginación qué significa de verdad esa bandera. O no se les ocurre o, si lo saben, lo han obviado. Para ellos no es más que el símbolo de unas personas degeneradas, condenadas al infierno. Y verla ondeando en un balcón oficial hiere a las gentes de bien, e incluso —afirman— puede corromper a los menores al normalizar la realidad LGBTIQ+.
Jamás podrían imaginar que pudiese haber cristianas y cristianos que al mismo tiempo somos LGBTIQ+. A ninguno de ellos se les ocurriría que nos pudiéramos avergonzar y ofender por esos comentarios y estas iniciativas que han tomado como abogados que, además, se han apropiado escandalosamente del nombre de Cristo. Como si fuese imposible que existan abogados creyentes (incluso abogados cristianos LGBTIQ+) contrarios a sus posturas intolerantes.
Por supuesto para ellos es inconcebible que cada una de las mujeres y cada uno de los hombres que hay representados en esa bandera hayamos sido creados por el mismísimo Dios a su imagen y semejanza. Y está claro que para estos abogados “cristianos”, creer que el Padre nos ama con locura, como a cualquiera de sus criaturas, creer eso forma parte de algún tipo de herejía.
El asunto de estos abogados que se dicen cristianos podría ser algo tan anecdótico como las típicas preguntas de cada año por estas fechas —“¿Orgullo de qué?. ¿Es necesaria tanta celebración? ¿Y para cuándo un Orgullo heterosexual?”—, si no fuera porque sus actos alimentan otros que generan violencia, a veces también en nombre de Cristo. Hace unos años querían dar una paliza a “los maricones y boyeras de Ichthys”. También deseaban que los de Crismhom ardieran en el infierno. Diariamente hay agresiones y discriminaciones tras las que claramente hay una escandalosa justificación religiosa.
3. Gracias Padre, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos.
Con todo esto de los casos de intolerancia y homofobia —que confieso me hastían cada vez más— el texto de Mateo en el Evangelio de hoy me serena lo necesario para recuperar la paz casi instantáneamente. Porque está claro que Jesús daba por perdido que los poderosos de Israel —y especialmente la jerarquía religiosa que manejaba la Ley— entendiese algo de cuanto significaba su mensaje. Sencillamente el Padre escondía todo eso a los sabios y entendidos, incapaces de comprender la lógica del Mesías y actuar desde la misericordia tal y como Él proponía.
Por el contrario, se lo revelaba a la gente sencilla, hombres y mujeres que no tienen nada que perder, que tienen la mente y el corazón limpios y mantienen viva la fe en un Dios bueno, diferente a ese que les muestran desde el Templo para amedrentarlos.
4. Venid a mí quienes estáis cansados y agobiados, que yo os aliviaré.
Muchísimas veces en los años que estuve en el armario me escondía en este pasaje del Evangelio, cansado y agobiado esperando el alivio que Jesús prometía. Hoy sigue siendo un texto en el que me gusta quedarme, imaginando que estoy ahí, en el círculo de personas que escuchaban a Jesús. Cuanto más inquieto llego, más claramente me parece oírlo, con una voz suave pero profunda que por sí sola transmite serenidad y confianza.
Creo que la mayoría de las personas LGBTIQ+ cristianas nos hemos sentido llamadas en algún momento —probablemente en muchos— a dejarnos aliviar por Jesús a través de estas palabras.
¿Aliviar de qué? El Maestro se estaba refiriendo muy especialmente a aliviar del yugo que significaba la Ley del Templo, porque abrumaba al pueblo y había mercantilizado e instrumentalizado a Dios hasta convertirlo en un Padre permanentemente enojado a la espera de todo tipo de sacrificios.
A veces da la sensación de que nada ha cambiado, como si la Ley —la doctrina, las normas, la religión— hubieran vuelto a superar a Dios. La misericordia que nace de las bienaventuranzas y especialmente del nuevo mandamiento de Jesús, pasan a un segundo término. Los sabios y entendidos no saben nada y actúan conforme a la vieja costumbre de echar sobre nuestros hombros cargas pesadas difíciles de llevar.
No me siento orgulloso por ser homosexual sin más, sino porque Dios me ha creado así. Eso trasciende cualquier otro argumento y acrecienta por sí mismo mi sentimiento de orgullo por ser como soy. Además despierta en mí el impulso solidario de ser uno más con los millones de personas LGBTIQ+ que no son cristianas pero comparten conmigo muchas razones para estar cansadas y agobiadas. Jesús nos ha revelado todo esto para que a su vez lo transmitamos contagiando su mensaje con nuestros actos, con nuestro testimonio. Porque sabemos que su yugo es llevadero y su carga, ligera. Ahí está nuestra esperanza, y en ella nuestro descanso.
En aquel tiempo, exclamó Jesús: «Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.»
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