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septiembre 02, 2023

LXXXIV DIOS CON NOSOTR@S, TAMBIÉN CON LAS PERSONAS LGBTIQ+

Sobre Mateo 1, 18-24



1. JOSÉ


Seguramente por el persistente empeño en hallar razones para creer a lo largo de mi vida, siempre me he acercado a este pasaje del Evangelio de Mateo con los ojos de José.

Debió de ser un buen hombre. De otra forma no se entiende que, al darse cuenta de que su prometida estaba embarazada —evidentemente no de él— decidiera repudiarla en secreto sin denunciarla. 

Imagino lo frustrado y defraudado que estaría, su tristeza, su enojo, sus lágrimas. 

Sus ilusiones se disiparon inesperadamente. No podía aceptar como esposa a una mujer que había traicionado su confianza. Según la ley era una adúltera. Y él era un hombre religioso.

Seguramente se preguntó quién fue el hombre con el que María lo había engañado, buscaría mentalmente entre los hombres del pequeño pueblo, donde todos se conocían. Su cabeza no cesaría de girar incapaz de entender la razón por la cual ella había actuado así.


Cuenta Mateo que un ángel se le apareció en sueños. Le dijo que no temiese, que no tuviera reparo en llevarse a María con él, porque el niño que llevaba en su vientre había sido engendrado por el Espíritu Santo. Y añadió: «Dará a luz un hijo, y tú le podrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados».

José despertó e hizo según le había dicho el ángel.


Aquí es donde José me sobrecoge y me emociona. Ya no es el hombre desengañado que apenas unas horas antes se dispuso a despreciar a María. Ahora es un hombre que cree en algo inaudito, inverosímil. Su fe le hace tomar una decisión que no imaginaba. Su fe le hace ir contracorriente. 


José fue el primer seguidor de Jesús, de la Nueva Alianza, sin apenas saberlo. Renunció a secundar la Ley, lo religioso, ya no solo no denunciando a María sino trayéndola consigo a su casa, creando el vínculo que haría posible el nacimiento del Mesías según lo anunciaron los profetas. 


2. MARÍA


Lucas en su Evangelio, cuando narra la anunciación, cómo el Espíritu Santo vendría sobre María y quedaría encinta, hace de la Virgen el centro de la historia proyectándola como elegida de Dios, bendita del Creador.

Mateo no es Lucas, y María en el pasaje que oramos no pasa desapercibida pero es un personaje que despierta compasión, una dulce ternura, un sentimiento de misericordia que me cuesta trabajo concretar, pero que no se parece a la María de Lucas sino a otra aún más vulnerable y por eso todavía más cercana.


María primero es la repudiada por José y luego la recuperada por la fe inesperada de su esposo que reconoce en ella a la madre del Salvador. 


Casi se me olvida que nada de lo que sucede, ni siquiera el testimonio de fe de José, habría sido posible sin la confianza en Dios de María, cuando responde al ángel «Hágase tu voluntad».

El “sí” de María es el punto de inicio de todo. María se dejó hacer, se puso a disposición del Padre con la tranquilidad, la seguridad y la esperanza de que todo formaba parte de un plan extraordinario en el que ella debía ser instrumento imprescindible. Sería la madre de un niño al que pondrían por nombre Jesús. 


3. EMMANUEL, DIOS CON NOSOTROS (TAMBIÉN CON LAS PERSONAS LGTBI)


El ángel que habló en sueños a José anunció el nombre que pondrían al niño: Jesús. 

Mateo recuerda que de esa forma se cumplía lo que había dicho el Señor por el profeta: «Mirad: la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa “Dios con nosotros”».


Muchas veces he recordado lo difícil que fue para mí reconocer definitivamente que Dios me quería siendo homosexual. Por supuesto para muchas personas LGTBIQ+ cristianas ha sido complicado reconocer en el Creador un padre-madre bondadoso, amoroso, que nos incorporara a su casa.

Las mismas normas y la misma ley que hicieron a José repudiar a María son las que se han ido aplicando por siglos sobre las personas LGTBIQ+, impidiendo sentirnos hijas e hijos de Dios.

Paradójicamente, el mismo sueño de José en el que el ángel comunica el próximo nacimiento de Jesús, nos restaura en el hogar del Padre. Porque Jesús es Emmanuel, es decir, Dios con nosotros, con todas y todos sin excepción.


Es muy triste reconocer la manera en que el auténtico significado de Jesús-Emmanuel fue tergiversado a lo largo de los tiempos por la propia Iglesia, hasta hoy. Quizá esto sólo pueda ser comprendido por quienes incesantemente soportamos la traducción oficiosa del nombre Emmanuel, cada vez que se nos aparta, se nos excluye o condena por el hecho de ser LGTBIQ+.

Emmanuel se queda en el «Dios con “casi” todos nosotros» en el que fuimos muchas veces educados, desfigurando y rompiendo nuestra fe. 

La religión no siempre es fe ciega en el Padre que acoge sin prejuicios. A veces la religión se queda en el tiempo de José antes del sueño, cuando aún repudiaba a María. 

La Iglesia de nuestros tiempos debería caminar determinada a ser el José convertido, repleto de fe, que se lleva su casa a María la madre de Jesús Emmanuel. Porque en Emmanuel —Dios con nosotros— también estamos las personas LGTBIQ+ y cuantas se encuentran en las fronteras de la Iglesia. 



El nacimiento de Jesucristo sucedió así: su madre, María, estaba prometida a José, y antes del matrimonio, resultó que estaba encinta por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, decidió repudiarla en secreto. Ya lo tenía decidido, cuando un ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: —José, hijo de David, no tengas reparo en acoger a María como esposa tuya, pues lo que ha concebido es obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, a quien llamarás Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados. Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por medio del profeta: Mira, la virgen está encinta, dará a luz a un hijo que se llamará Emanuel, que significa: Dios con nosotros. Cuando José se despertó del sueño, hizo lo que el ángel del Señor le había ordenado y acogió a María como esposa.

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