Sobre Juan 14, 1-12
Durante gran parte de mi vida creí que los homosexuales no podíamos seguir a Jesús. Quizá fuese mejor decir “me hicieron creer”. Eso se acerca más a la realidad. En esa triste certeza transcurrieron muchos años, casi tantos como el armario estuvo en pie cobijándome.
Por encima de la persuasión de que siendo gay nunca podría alcanzar a Jesús, estaba mi intuición de que era imposible que Él me rechazara, y siempre albergué la esperanza de que eso que escuchaba en las homilías y sermones no tuviera nada que ver con lo que de verdad Jesús había hecho y dicho en su vida.
Creo que tendré que escribir lo siguiente despacio, y tendrás que leerlo dos veces, pero es importante: Únicamente las palabras que transmiten confianza y calma pueden despertar el interés y elevar el ánimo a una persona de fe, que se encuentre en la situación de hacérsele creer que es un desheredado, y que lo es solo porque su identidad sexual y su expresión afectiva es diferente a la tradicionalmente aceptada.
Esto, dicho quizá de manera un poco complicada, no es más que fruto de la experiencia personal que concreto justamente a través de la lectura de Juan 14, 1-12. Sé que a lo largo de este pasaje sucede algo importante, y se dicen cosas fundamentales, pero no puedo encontrar sentido a nada de eso (de lo que para todo el mundo puede ser lo más trascendente del texto) si no me detengo antes, durante largo rato, imaginando a Jesús pronunciando las primeras palabras de todo el relato, saboreando cada una de ellas: “No os turbéis, no perdáis la calma, no temáis. Confiad en Dios y confiad también en mí”.
Porque si yo hubiera perdido la calma y hubiese dejado de fiarme de esa intuición que me decía que Jesús guardaba para mí la esperanza de la vida, seguramente habría terminado abandonándolo todo.
Lo demás que cuenta Juan tiene sentido a partir de esas dos frases: “No tengáis miedo. Creed en Dios y creed también en mí”. Es imposible seguir a Jesús sin perder el miedo, si confiar en Él. Vendrán momentos en los que nos tocará ser como Tomás y Felipe, incapaces de saber por dónde ir y negados para ver lo que tenemos ante nuestras narices. Pero cuando nos deshacemos del miedo, descubrimos que solo siguiendo a Jesús somos libres, nada más puede llenar nuestras vidas. Rápidamente volvemos a fiarnos de Él. Es el camino, la verdad y la vida, y solo a través de Jesús se llega al Padre.
Hace años me hicieron pensar que no podría andar por su camino, que la verdad y la vida de Jesús me estaban vedadas porque no era digno a sus ojos. Ahora sé que sí puedo seguirlo, no a lo lejos, a hurtadillas como cuando estaba en el armario, sino incluso puedo caminar a su lado. Sé que Jesús es uno solo con el Padre, mi creador, quien me hizo obra perfecta suya, por lo que nada ni nadie podrá separarme de su amor.
Cuando paro un poco y miro atrás doy infinitas gracias, porque todo esto que sé, que siento, surge de ese momento en el que me detuve a escuchar a Jesús diciéndome: Confía, no pierdas la calma, no tengas miedo. Cree en Dios y cree en mí. Todo irá bien.
No os turbéis. Creed en Dios y creed en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias; si no, os lo habría dicho, pues voy a prepararos un puesto. Cuando vaya y os lo tenga preparado, volveré para llevaros conmigo, para que estéis donde yo estoy. Ya sabéis el camino para ir adonde [yo] voy. Le dice Tomás: —Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos conocer el camino? Le dice Jesús: —Yo soy el camino, la verdad y la vida: nadie va al Padre si no es por mí. Si me conocierais a mí, conoceríais también al Padre. Ahora lo conocéis y lo habéis visto. Le dice Felipe: —Señor, enséñanos al Padre y nos basta. Le responde Jesús: —Tanto tiempo llevo con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre: ¿cómo pides que te enseñe al Padre? ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre en mí? Las palabras que yo os digo no las digo por mi cuenta; el Padre que está en mí realiza sus propias obras. Creedme que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí; si no, creed por las mismas obras. Os lo aseguro: quien cree en mí hará las obras que yo hago, e incluso otras mayores, porque yo voy al Padre.
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