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septiembre 12, 2023

XCIV COMO OVEJAS SIN PASTOR

Sobre Mateo 9, 36 - 10, 8



Seguramente este sea uno de los momentos más bellos de la vida pública de Jesús. Se muestra visiblemente afectuoso y sensible. El evangelista no narra una curación, ni un milagro, ni una denuncia explícita del Maestro ante alguna injusticia. Mateo solo dice que Jesús se conmueve al ver a tanta gente extenuada y abandonada, como ovejas sin pastor.


Esa expresión, plena de intenciones, da luz a la Palabra central de Mateo que me sitúa en la experiencia de vida que comparto con muchas personas LGBTIQ+ cristianas: Vivir dentro del armario es caminar perdido como las ovejas dispersas, avanzar ahogado en la duda de si esa inquietante aventura de andar sin rumbo es algo que uno mismo decide, o es porque no hay otra opción.


En cualquier caso, las personas LGBTIQ+ —y en particular las creyentes— sabemos que el armario sólo se abre desde dentro, al margen de lo arriesgado que sea salir a la luz o no. En mi caso, abrí mi armario y acepté las consecuencias. Aún hoy las sigo asumiendo y supongo que así seguirá siendo, porque lamentablemente siempre existirán ámbitos en los que las personas LGBTIQ+ estaremos forzadas a demostrar que no somos extrañas, peligrosas, contagiosas. Y esto —que escribo en oración— lo expreso absolutamente libre de cualquier sentimiento de víctima. Dejé de sentirme como tal al salir del armario y desde entonces puede que alguien me acuse de ser un poco inconsciente, sobre todo cuando no alcanzo a ver hasta dónde me puede llevar el riesgo de anunciar a Jesús, pero nadie nunca podrá llamarme mártir. 

El riesgo es vida que palpita, imagino que como latían los corazones de las ovejas que andaban sin guía, a las que el Padre puso pastores fieles para que nunca más se perdieran.


Las mujeres y hombres LGBTIQ+ cristianas compartimos la experiencia de habernos sentido ovejas dispersadas por malos pastores. La certeza de que nuestro dolor no se debe al designio del Creador sino al mal propósito de algunos hombres, nos ha permitido recuperar la imagen de Dios como Padre que despide a sus subordinados desleales, busca pastores fieles y se preocupa de que nadie lo tema, nadie se espante y nadie se pierda. Ese es el Dios que nos salva de rendirnos, Él es el Padre que me sacó del armario y me presentó a Jesús, me acercó a Cristo y me enamoró de Él.

Las personas LGBTIQ+ creyentes conocemos de verdad el corazón de Dios porque hemos ansiado su cercanía con tanta fuerza que ya nada podrá separarnos de su amor. Estamos con Él quienes antes estábamos lejos. Es un regalo del que estaremos eternamente agradecidas y agradecidos.


Finalmente el texto de Mateo relata cómo Jesús envía a los apóstoles. Entonces recuerdo de qué manera y en base a qué tradiciones y doctrinas se impide ser consagradas a tantas mujeres y hombres buenos, por ser personas LGBTIQ+.  

Pero me surge espontáneamente la necesidad de continuar con el relato de la Buena Noticia. La tentación de rendirse, o la seducción del descanso, como la de Pedro cuando quiso levantar tres tiendas, se deja atrás para continuar con la misión.

Los hombres y mujeres LGBTIQ+ Cristianos estamos llamados a narrar nuestras historias personales de salvación. Cada uno de nuestros relatos es un evangelio de la experiencia de Dios en nuestras vidas. Creemos porque hemos percibido la caricia de Dios. Y constatamos que aún hay personas que esperan perdidas, dispersas, un mensaje de esperanza, la consciencia de que Dios ama sin condiciones y la evidencia, la convicción de que el Señor es nuestro pastor y nada nos falta.



En aquel tiempo, al ver Jesús a las gentes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor.

Entonces dijo a sus discípulos: «La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies.» 

Y llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y dolencia. Éstos son los nombres de los doce apóstoles: el primero, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago el Zebedeo, y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé, Tomás y Mateo, el publicano; Santiago el Alfeo, y Tadeo; Simón el Celote, y Judás Iscariote, el que lo entregó. 

A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones: «No vayáis a tierra de gentiles, ni entréis en las ciudades de Samaría, sino id a las ovejas descarriadas de Israel. Id y proclamad que el reino de los cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios. Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis.»

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