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junio 16, 2023

IV. SI QUIERES, TÚ PUEDES SACARME

Sobre Marcos 1, 40-45

No pocas personas LGBTIQ+ nos hemos sentido leprosos en algún momento de nuestras vidas. Aún hoy en no pocos lugares, y especialmente en las sociedades donde lo religioso empapa las costumbres y las tradiciones, ser homosexual, ser persona LGBTIQ+ significa ser un excluido. Durante muchos años de mi historia personal esta lepra fue llevada en secreto y en silencio, cuidando que no se notara que estaba enfermo, que nadie advirtiera mis miradas, mis ademanes o cuando latía fuerte mi corazón. Vigilando que nada me delatara. Tejiendo una doble vida. Guardando mis sueños. Tragando ofensas. Perdiendo la fe. Esta lepra que no se nota con llagas ni heridas visibles me permitió vivir camuflado, disfrazado de “hombre normal” durante muchos años.
Muchas veces pasó Jesús por mi lado. Y una de ellas -supongo que cansado de ser quien no era, sé con certeza que sediento de esperanza y deseoso de recuperar una fe que se me iba de las manos- me atreví a decirle como el leproso del relato de Marcos, “si quieres, puedes liberarme”.
Ese encuentro con Jesús cambió efectivamente mi vida, me sacó del escondite donde había estado durante tanto tiempo y descubrí que Dios me quiere tal como soy, sin despreciar ni un solo cabello de mi cabeza, ni un solo milímetro de mi corazón.

Yo también, como el leproso del Evangelio, no pude guardar el secreto y me dedico a gritar por los caminos que Dios ama sin condiciones. Pero también dijo que el candil no sirve de nada si lo metes bajo la cama. Y que seamos sal y luz del mundo. Seamos, pues, luz y sal. Seamos signo de esperanza. Hay mucha lepra que sanar.


Se le acercó un leproso y [arrodillándose] le suplicó: —Si quieres, puedes sanarme. Él se compadeció, extendió la mano, lo tocó y le dijo: —Lo quiero, queda sano. Al punto se le fue la lepra y quedó sano. Después le amonestó y le despidió encargándole: —Cuidado con decírselo a nadie. Ve a presentarte al sacerdote y, para que le conste, lleva la ofrenda de tu sanación establecida por Moisés. Pero al salir, aquel hombre se puso a pregonarlo y a divulgar el hecho, de modo que Jesús ya no podía presentarse en público en ninguna ciudad, sino que se quedaba fuera, en despoblado. Y aun así, de todas partes acudían a él.

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