Sobre Marcos 1, 1-8
Juan el Bautista fue el primero en atreverse a anunciar a Jesús. Paradójicamente no era una persona integrada en la sociedad. Vivía apartado de ella en el desierto de los excluidos. Seguramente —como indican algunos estudios— a causa de no encontrarse en sintonía con la clase religiosa oficial, ni con sus ritos, comportamientos y tradiciones. Así pues, el profeta coetáneo del Mesías es alguien que no acudía al Templo ni cumplía las normas religiosas pero, sin embargo, vivía una relación con Dios tan profunda que recibió de Él la fuerza y el ánimo necesarios para salir de su retiro y anunciar la Buena Nueva.
Juan se apoyaba en la palabra del profeta Isaías: "voz que grita en el desierto, preparad el camino al Señor, allanad sus senderos". Con seguridad creó un ambiente de expectación que en cierta forma fortaleció la recién estrenada vida pública de Jesús y plantó los cimientos de un cambio radical en la percepción de Dios, un Dios que ya no demanda sacrificios sino el sincero arrepentimiento de corazón; que ya no precisa de un Templo fastuoso sino que traslada su casa al Jordán y se vale de algo tan poco suntuoso y tan común como el agua que es, desde ese momento, símbolo del perdón y de integración; que ya no necesita de sacerdotes que interpreten y administren su voz sino que se rodea de hombres y mujeres de toda clase y condición, muchas de ellas personas alejadas y excluidas que encuentran en la promesa de Juan y su anuncio un motivo para la esperanza.
Sin saberlo, todas las personas LGBTIQ+ cristianas nos hemos cruzado con un Juan Bautista en nuestras vidas: circunstancias, pero sobre todo personas que, en un momento dado, nos zarandearon y nos pusieron en marcha sacándonos del lugar donde nos escondíamos. En mi caso hay mujeres y hombres con nombres y apellidos que esperaron el momento oportuno para pedirme que preparara el camino, anunciándome un Dios hasta entonces desconocido en mi vida, desprovisto de condiciones para sentirme querido por Él, desarmado de amenazas y, por el contrario, repleto de todo lo que caracteriza a un padre bueno.
La mayoría de las personas LGBTIQ+ cristianas fuimos, al principio, incapaces de acoger el anuncio de Juan, porque en los armarios es muy difícil entender cualquier invitación a desinstalar la idea del Dios del Templo, para colocar en su lugar al Dios de Jesús. El miedo a las consecuencias de hacer pública nuestra identidad sexual se refuerza con el mensaje incansable y terco que nos llega desde una religión que pone condiciones al amor. Parece como si Dios exigiese sacrificios humanos, inmolando a todas las personas que no cumplen cada una de las condiciones necesarias para ser moralmente aceptables, perfectos varones y perfectas hembras con una afectividad fuera de toda duda.
La doctrina no hace suyo el encargo de Isaías —que Juan grita— cuando dice "allanad los senderos del Señor", pues ciertamente pone numerosos obstáculos para llegar a Él, abundantes condiciones y después, cuando los más obstinados conseguimos avanzar y perseverar en la búsqueda y el encuentro con Dios, no tarda demasiado en colocarnos pesadas cargas difíciles de llevar. Así pues, las personas LGBTIQ+ cristianas no solo tenemos dificultad para escuchar la voz de Juan a causa de nuestros miedos, sino que continuamente nos ponen impedimentos y condiciones que hacen muy complicado andar el camino para que Jesús llegue a nuestras vidas y se quede.
Me gusta pensar que los hombres y mujeres LGBTIQ+ cristianos llevamos en nuestros corazones el espíritu de Juan. Como él, hemos habitado el árido desierto anhelando el encuentro con Dios y, cuando estuvimos preparados, hemos salido a la luz para anunciar la Buena Noticia, proclamar la esperanza y contagiar la sensación de sentirnos hijas e hijos queridos por el Padre. Efectivamente, Juan revoluciona la idea de Dios, acercándolo hasta donde era inimaginable. “Los ciegos ven, y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia el Evangelio”.
Porque ”los caminos tortuosos se enderezarán y todos verán la salvación de Dios". Todas y todos sin excepción lo verán.
¡Dichosos quienes no se escandalicen de este Cristo que acoge a las personas LGBTIQ+!
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