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diciembre 20, 2025

CLXXXVII. DIOS CON NOSOTR@S (una propuesta para orar)


Sobre
Mateo 1, 18-24


Esta vez te propongo una meditación personal, escrita para ser leída despacio, en voz baja, cuidando el silencio interior. El tono es íntimo, orante y vulnerable, en la línea de Dios sin Armario, donde la Palabra se cruza con la propia vida sin explicaciones innecesarias.

Espero te sea útil. Me encantará que lo disfrutes. Feliz Navidad.


Me detengo.
Respiro hondo.
Y dejo que esta escena del Evangelio se acerque a mi propia historia.

María está embarazada.
Y no hay palabras suficientes para explicarlo.
Solo una certeza que nadie entiende.
Solo una verdad que no encaja.

Pienso en cuántas veces mi propia vida ha sido así:
una verdad gestándose en silencio,
un secreto sagrado que no sabía cómo nombrar,
una identidad que no cabía en las expectativas de los demás.

María no se defiende.
No justifica.
No discute.
Simplemente es.

Y José…
José tiene miedo.
Miedo al qué dirán.
Miedo a equivocarse.
Miedo a amar algo que no comprende del todo.

Cuántas veces he sido yo José conmigo mismo:
queriendo apartar con discreción lo que me descoloca,
intentando ser “correcto”,
pensando que quizá Dios esperaba otra cosa de mí.

Pero en medio del sueño —siempre en medio del sueño, nunca desde el ruido—
Dios habla:
No temas.

No temas a lo que ha nacido en ti.
No temas a lo que no encaja.
No temas a ese amor,
a esa verdad,
a esa identidad que no elegiste pero que te habita.

Lo que hay en ti
no es un error.
No es un fallo del plan.
No es una amenaza para Dios.

Es Espíritu.

José despierta
y hace algo profundamente subversivo:
confía.
Se queda.
Abraza la vida tal como viene.

Quizá hoy el Evangelio no me pide entenderme del todo,
ni tener todas las respuestas,
ni reconciliar cada herida con la Iglesia.

Quizá solo me pide esto:
no huir de mí.
No rechazar lo que Dios no ha rechazado.
No vivir pidiendo perdón por existir.

Jesús nace en un contexto frágil,
ambiguo,
malinterpretado.

Como tantas vidas LGBTIQ+ creyentes.

Y aun así,

Dios no cambia de plan.
No se retracta.
No se avergüenza.

Permanece.

Hoy escucho para mí estas palabras:
No temas.
No temas ser quien eres delante de Dios.
No temas amar desde donde estás.
No temas creer que también en tu historia
Dios está salvando.

Me quedo en silencio.
Y dejo que esta verdad repose en mí
como una vida nueva
que no necesita defenderse
para ser sagrada.


El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto.
Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: «José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados.»
Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que habla dicho el Señor por el Profeta: «Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa «Dios-con-nosotros».»
Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y se llevó a casa a su mujer.

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