Sobre Juan 18, 33-37.
La realeza de Cristo no podría darse de otra forma que en lo más bajo, en lo ultimo, en lo despreciado, en lo excluido. Ahí sí que tiene sentido Cristo hecho Rey.
No lo entiendo de otra forma. El mismo escenario que describe Juan en estos y posteriores versículos, nos muestra detalles que se alejan mucho de la realeza convencional, pero que son símbolos perfectos de lo que el Maestro pretendía transmitir. No hay un rey vestido de oropeles y ricas túnicas, sino que lleva unos jirones de tela miserables. No hay una corona de oro y diamantes, sino otra de lacerantes espinas. No habrá sonido de cítaras y música de fiesta sino el terrible ruido del látigo. Ni un desfile en bellas carrozas en olor de multitud, pero sí un largo camino con la cruz hasta el calvario. No habrá bailes o festejos. Solo el golpe del martillo sobre los clavos. Ese es el Cristo Rey que me sedujo y no otro.
Jesús renunció a cualquier parecido con la realeza tal como era entendida y parecía comprender Pilato. El reino de Cristo no es de este mundo, sino de otro en el que los últimos son los primeros.
Aún más: Jesús quiere que compartamos con Él esa realeza, dando valor a cada una de las cosas que nos han dado miedo contar, que no hemos sabido compartir, que no hemos sido capaces de asumir como algo bueno y agradable a Dios. Y así podamos hacernos reinas y reyes junto a Él mismo.
Puede que este sea el más complejo, pero también, el más bello y trascendente descubrimiento de cercanía y entrega de Dios hacia mí, lo que me empujó a salir del armario para sentarme en el trono de mi casa, dando por primera vez gracias a Dios por mi homosexualidad. Hasta que no dejé de compadecerme, no pudo entrar Dios en mi vida. Cuando lo hizo, realzó todo lo que antes me agobiaba haciéndolo digno y noble, en absoluto vergonzoso.
Pero de la misma forma, al mismo tiempo hay túnica hecha jirones y también latigazos, hay que llevar la cruz a cuestas, ser investido con una corona de espinas y tal vez crucificado. Compartir la realeza con Jesús significa participar de su pasión. Las personas LGBTIQ+ -y creo que especialmente las creyentes- no dejamos de pertenecer al colectivo de últimos y despreciados, ni siquiera en el mejor de los contextos. Y aunque superemos nuestros miedos, dispongamos de nuestros derechos, contemos nuestras historias, compartamos nuestras esperanzas y demos fe de nuestra confianza en Dios, padre/madre que nos ha creado como obra perfecta suya, aún así habrá quien nos acuse y quiera colgarnos de una cruz, incluso en nombre de un extraño Cristo Rey que necesita que se le hagan sacrificios humanos con todas aquellas personas que no se ajustan a los comportamientos ni a los cánones que marcan la tradición y la doctrina.
De alguna forma todo esto último me hace plenamente consciente de lo que significa la auténtica realeza de Cristo, porque lo fácil sería huir pero hago justo lo contrario, desinstalándome e implicándome hasta donde puedo, a veces sin medir las consecuencias.
Ya estoy muy lejos del armario y a estas alturas me cautiva más el Jesús provocador que el prudente. Y me siento en comunión con Él cuando dice a Pilato que su misión consiste en dar testimonio de la verdad. Imagino que las personas LGBTIQ+ cristianas estamos llamadas a ser testigos de la verdad. Nuestras realidades han sido muchas veces tan penosas, nuestras historias tan dolorosas, que la presencia de Dios en nuestras vidas ha sido especialmente liberadora, y nos ha contagiado la necesidad de denunciar la injusticia y favorecer a los perseguidos, los excluidos, los apartados a las fronteras, los últimos y olvidados.
© Antonio Cosías Gila, en https://diossinarmario.blogspot.com
"Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí." Pilato le dijo: "Conque, ¿tú eres rey?" Jesús le contestó: "Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz."
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