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junio 16, 2024

CXXXVI MARICONADAS


Sobre
Marcos 4, 26-34


No tengo muy claro que el papa Francisco, con sus últimas y repetidas pifias o torpezas, esté intentando decir algo a modo de parábola sobre la realidad de la Iglesia y, de alguna manera, sobre el reinado de Dios. Llevo toda mi vida escuchando las palabras maricón, mariconada, amariconamiento y otras derivadas de estas, que hacen honor a la riqueza de nuestra lengua, pero que tanto me asustaron durante años, cada vez que alguien las pronunciaba cerca de mí o refiriéndose a un espacio en el que hubiera estado presente. Hoy no me inquietan ni, desde luego, me acobardan. En cierta medida me hace gracia el revuelo que se crea, sobre todo porque sé, obviamente, que ser maricón no es peor que no serlo. El sentido peyorativo de estos términos no viene dado por las personas que somos así, sino que lo confiere quien las usa como arma pretendiendo el insulto, la descalificación y, también, la exclusión. Conviene recordar, por eso, que a veces las palabras las carga el diablo, incluso si las pronuncia el papa.

El reinado de Dios es como un hombre que sembró un campo. Si se siembra la semilla del desprecio, la sospecha y la presunción de pecado hacia las personas LGBTIQ+ por el mero hecho de serlo, evidentemente cuando el hombre se acuesta, de día se levanta, y la semilla germina y crece con un fruto no muy saludable para las mujeres y hombres diferentes. Esa semilla se ha ido esparciendo desde hace demasiado tiempo, y se han ido recogiendo cosechas de menosprecio, rechazo, reproche, condena y violencia, una tras otra hasta hoy, con la complicidad de una sociedad preñada de tradiciones que alimentan prejuicios, y de convicciones religiosas que ya son cuestionadas incluso desde el ámbito teológico.

Da igual el tamaño de la semilla. Recuerdo que siendo un chaval alguien sembró una de mostaza con un chismorreo acerca de que un compañero de clase era gay. La diminuta semilla después de sembrada creció y se hizo más alta que las demás hortalizas, y echó ramas tan grandes que anidaban las aves del cielo a su sombra. Un día, a Gonzalo le dieron una paliza en el recreo, mientras yo observaba paralizado temiendo ser el siguiente.

No sé qué tipo de reino de Dios pretendemos construir, ni qué reinado de los cielos imaginamos, consintiendo que una buena parte de hermanas y hermanos en Cristo sigamos siendo empujados a los márgenes de la Iglesia con intervenciones tan desafortunadas del mismísimo papa. Jesús se servía de parábolas para que entendieran su mensaje. Las palabras del Maestro no iban acompañadas de burla ni desdén. Pero a Francisco seguramente le traicionó el subconsciente, y le salió la parábola que querían escuchar quienes estaban con él.

Para evitar el amariconamiento de los seminarios, probablemente expulsarán a quienes puedan, y evitarán que entren más tan descarados. Una purga y asunto resuelto. Es el fruto de la palabra (la parábola) que me ha dejado tan asombrado como defraudado, porque empiezo a estar cansado de tanto pasito para delante y, luego, dos o tres para detrás. 

He contado muchas veces cuánto me costó mantener viva la fe, y cuánto tardé en reconocer que Dios me ama inmensamente tal como soy. Estoy convencido de que las personas LGBTIQ+ aun tardaremos mucho tiempo en estar realmente incluidas en la Iglesia, al exacto nivel que lo están las demás. Pero no tengo duda acerca de que, pese a quienes no quieren aceptarlo, formamos parte del proyecto de Dios y somos reino de Dios. 

¿Y el reino de los Cielos? El reino de los cielos está repleto de personas LGBTIQ+ que fueron buenas mujeres y buenos hombres, con independencia de su identidad sexual y de género. Mujeres y hombres que nos recibirán confortantes, felices porque también nos fiamos del Padre.

Entonces Jesús nos cogerá aparte y nos explicará todo.


Les dijo: —El reinado de Dios es como un hombre que sembró un campo: de noche se acuesta, de día se levanta, y la semilla germina y crece sin que él sepa cómo. La tierra por sí misma produce fruto: primero el tallo, luego la espiga, y después el grano en la espiga. En cuanto el grano madura, mete la hoz, porque ha llegado la siega. Dijo también: —¿Con qué compararemos el reinado de Dios? ¿Con qué parábola lo explicaremos? Con una semilla de mostaza: cuando se siembra en tierra es la más pequeña de las semillas; después de sembrada crece y se hace más alta que las demás hortalizas, y echa ramas tan grandes que las aves del cielo pueden anidar a su sombra. Con muchas parábolas semejantes les exponía la Palabra, conforme a lo que podían comprender. Sin parábolas no les exponía nada; pero aparte, a sus discípulos les explicaba todo. 

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