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enero 19, 2024

CXIV LA LLAMADA ABIERTA DE JESÚS


Sobre
Marcos 1, 14-40


Desde muy pequeño y hasta hace relativamente poco tiempo, me aterraban las frases como la del pasaje de hoy en Marcos 1,14, “se ha cumplido el tiempo”, y todas las que hacen referencia al fin de la existencia, del mundo, de la vida. 

Me angustiaba que Dios me encontrara en el armario, desnudo, sin defensas, tan absolutamente pecador como me habían hecho creer que era.


Me costó mucho descubrir que, en esa frase del Evangelio, Jesús se refería más bien a que acababa la época del miedo, porque Él estaba iniciando una revolución en la que, por descontado, todas y todos estábamos llamados a ser abrazados y amados por el Padre, sin excepción.


Porque singularmente, en la experiencia de relación con Dios desde dentro de los armarios hay, en muchos casos, un peculiar sentimiento de inferioridad: nos sentimos personas indignas de la atención de un Creador que (tal como enseña el discurso doctrinal) presta poco interés hacia quienes no se ajustan a la heteronormalidad (extraño palabro que no me gusta nada, pero creo servirá para entendernos)... Por eso no esperamos que se dirija a nosotras —personas LGBTIQ+ — para decirnos nada, por mucho que anhelemos desde siempre una palabra suya.


Pero... Jesús tampoco preguntó nada a los pescadores que llamó a seguirle. No les hizo exámenes, ni tests psicológicos para averiguar si su orientación sexual o su afectividad cumplía las normas, ni entrevistas personales que le convencieran de que estos hombres eran fiables. No pidió cartas de recomendación ni curriculum vitae. Solo les llamó. 

Para seguir a Jesús lo único necesario es convertirse y creer en la Buena Noticia. Para mí —y para muchas personas LGBTIQ+ a las que casi nos aplastaron la fe forzándonos a recuperarla a base de esperanza—, lo primero era volver a creer en la Buena Noticia, re-descubrirla en plenitud, y luego, enseguida, convertirme en una persona que se sabe querida por Dios y, por eso, es capaz de volver a quererse y a respetarse a sí misma.


“Creed y convertíos” es una llamada a volver al Padre continuamente, una vez tras otra, incansablemente. Cuando alguien intenta ofuscarnos declarándonos ajenos al plan de Dios, recordamos que Jesús no hizo más que tocar el hombro de esos pescadores de una forma tan suave como lo hace continuamente con nosotras y nosotros.

Ahora, junto a otras personas con experiencia vital muy similar a la mía, tras una travesía escondido como Jonás en el interior de una ballena, toca anunciar la Buena Noticia, porque efectivamente llega el final de los tiempos en los que ser diferente significaba estar condenado al desprecio o a la condescendencia.  


Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios.
Decía: «Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.»
Pasando junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que eran pescadores y estaban echando el copo en el lago.
Jesús les dijo: «Venid conmigo y os haré pescadores de hombres.»
Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Un poco más adelante vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca repasando las redes. Los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon con él.

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