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octubre 15, 2023

C ¡VENID A LA FIESTA!


Sobre
Mateo 22, 1-14

No es momento de decir no, ni tiempo de poner estúpidas excusas con las que evadir la invitación y dejar sin respuesta la llamada que el Padre nos hace a ser sal que dé sabor y luz que ilumine nuestro mundo y, por tanto, nuestra Iglesia.
Estamos acostumbrados a situarnos en los cruces de caminos, en los bordes de las fincas a cuyos dueños convidan en primer lugar, en las fronteras de la Iglesia, en la periferia. Ahora hemos de estar vigilantes porque el Señor ha decidido llamarnos a la fiesta y nos traen el mensaje a nuestras manos. No despreciemos el obsequio. ¡Vayamos al banquete!
Ha llegado el instante en que no podemos renunciar a dar testimonio del amor que el Padre nos tiene. Esa es la fiesta a la que Él nos invita enviando mensajeros por los caminos. Nos convoca pronunciando nuestros nombres. Las personas LGBTIQ+ guardamos una experiencia extraordinaria de Dios. Hemos vencido muchos obstáculos y dificultades hasta quedar persuadidos de que nada ni nadie nos va a separar del amor de Dios. Hemos conservado nuestra fe por encima de multitud de situaciones de desesperanza, soledad y desánimo. Guardamos nuestro sentimiento de pertenencia a la Iglesia sobreponiéndonos a las dificultades, los impedimentos, las imposiciones y las incomprensiones. Aún con todo esto, amamos a nuestra Iglesia pese a que a veces nos duela su desafecto.
¡Vayamos a la fiesta! El Señor nos pide que asistamos. Nos invita a su casa a celebrar un banquete. Dice que acudamos con nuestras mejores galas. Portemos, pues, todo lo que somos. Vistámonos de alegría y esperanza. Llevemos el alma con colores vivos, nada que denote tristeza sino más bien mostremos nuestro júbilo en todas las cosas. Sonriamos. Abracemos.
Alcemos nuestras voces con cantos que hablen de justicia, de misericordia, de hermanas y hermanos aún escondidos y heridos que están esperando reencontrarse con Jesucristo, palpar su amor y sentir su calor. Pronunciemos las frases que siempre quisimos decir en los templos. Denunciemos lo que no es justo. Señalemos donde no hay Evangelio. Encendamos todas las luces para que no haya ni un rincón oscuro. Recuperemos el padrenuestro. Traigamos a María a esta fiesta con nosotros. Hagamos de la Iglesia una casa de verdad de todas y de todos.
Derribemos los puentes levadizos y construyamos otros firmes como roca que permitan el paso de lado a lado. Para llegar al banquete del Rey necesitamos un buen sendero sin obstáculos. Dejemos el rencor a un lado. Olvidemos el resentimiento. Recordemos que el Señor nos quiere con nuestras mejores ropas. Vistamos de perdón para siempre. Seamos tenaces en nuestra denuncia pero no dejemos de obrar con la misma misericordia que reclamamos para nosotros y para nosotras mismas.
Entonces brindaremos en la fiesta del Señor y diremos a Dios: “Por amor a tu pueblo no callaré, por amor a tu pueblo no descansaré hasta que rompa la aurora de tu justicia y tu salvación llamee como una antorcha”. *
¡Vayamos a la fiesta!
*Tomado de la canción “por amor a tu pueblo”, de Ain Karem, en su disco Fuego y Abrazo, 2019.
Basado en Isaías 61


En aquel tiempo, de nuevo tomó Jesús la palabra y habló en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: «El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo. Mandó criados para que avisaran a los convidados a la boda, pero no quisieron ir. Volvió a mandar criados, encargándoles que les dijeran: "Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas, y todo está a punto. Venid a la boda." Los convidados no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios; los demás les echaron mano a los criados y los maltrataron hasta matarlos. El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus criados: "La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos, y a todos los que encontréis, convidadlos a la boda." Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales. Cuando el rey entró a saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo: "Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta?" El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los camareros: "Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes." Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos.»

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