Sobre Marcos 6, 30-34
Esta vez la meditación no puedo dejarla sólo en el Evangelio de Marcos y quedarme ahí. Los otros dos textos de este día son muy ricos. La lectura de Jeremías —«Ay de los pastores que dispersan y dejan perecer las ovejas de mi rebaño (...) Yo mismo las reuniré y las pondré pastores que las pastoreen, ya no temerán ni se espantarán y ninguna se perderá»—, y el pasaje de San Pablo a los Efesios —«Ahora estáis en Cristo Jesús, estáis cerca los que antes estabais lejos»— dan luz a la Palabra central de Marcos que me sitúa en la experiencia de vida que comparto con muchas personas LGBTIQ+ cristianas: Vivir dentro del armario es caminar perdido como las ovejas dispersas, avanzar ahogado en la duda de si esa inquietante aventura de andar sin rumbo es algo que uno mismo decide, o es porque no hay otra opción.
En cualquier caso, las personas LGBTIQ+ —y en particular las creyentes— sabemos que el armario sólo se abre desde dentro, al margen de lo arriesgado que sea salir a la luz o no. En mi caso, destapé mi armario y acepté las consecuencias. Aún hoy las sigo asumiendo y supongo que así seguirá siendo, porque lamentablemente siempre existirán ámbitos en los que las personas LGBTIQ+ estaremos forzadas a demostrar que no somos extrañas, peligrosas, contagiosas. Y esto —que escribo en oración— lo expreso absolutamente libre de cualquier sentimiento de víctima. Dejé de sentirme como tal al salir del armario y desde entonces puede que alguien me acuse de ser un poco inconsciente, sobre todo cuando no alcanzo a ver hasta dónde me puede llevar el riesgo de anunciar a Jesús, pero nadie nunca podrá llamarme mártir. El riesgo es vida que palpita, imagino que como latían los corazones de las ovejas que andaban sin guía, a las que el Padre puso pastores fieles para que nunca más se perdieran.
Las mujeres y hombres LGBTIQ+ cristianas compartimos la experiencia de habernos sentido ovejas dispersadas por malos pastores. La certeza de que nuestro dolor no se debe al designio del Creador sino al mal propósito de algunos hombres, nos ha permitido recuperar la imagen de Dios como Padre que despide a sus subordinados desleales, busca pastores fieles y se preocupa de que nadie lo tema, nadie se espante y nadie se pierda. Ese es el Dios que nos salva de rendirnos, Él es el Padre que me sacó del armario y me presentó a Jesús, me acercó a Cristo y me enamoró de Él.
Las personas LGBTIQ+ creyentes conocemos de verdad el corazón de Dios porque hemos ansiado su cercanía con tanta fuerza que ya nada podrá separarnos de su amor. Estamos con Él quienes antes estábamos lejos. Es un regalo del que estaremos eternamente agradecidas y agradecidos
Finalmente el texto de Marcos relata cómo Jesús reúne a los apóstoles en un sitio tranquilo para que le contaran cómo les fue en su misión del anuncio. El pastor bueno reúne a sus ovejas. Y entonces surge espontáneamente la necesidad de continuar con el relato de la Buena Noticia. La tentación del descanso, como la de Pedro cuando quiso levantar tres tiendas, se deja atrás para continuar con la misión.
Los hombres y mujeres LGBTIQ+ cristianos estamos llamados a narrar nuestras historias personales de salvación. Cada uno de nuestros relatos es un evangelio de la experiencia de Dios en nuestras vidas. Creemos porque hemos notado la caricia de Dios. Y constatamos que aún hay personas que esperan perdidas, dispersas, un mensaje de esperanza, la consciencia de que Dios ama sin condiciones y la evidencia, la convicción de que el Señor es nuestro pastor y nada nos falta.
© Antonio Cosías Gila, en https://diossinarmario.blogspot.com
Los apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Él les dijo: —Vosotros venid aparte, a un paraje despoblado, a descansar un rato. Pues los que iban y venían eran tantos, que no les quedaba tiempo ni para comer. Así que se fueron solos en barca a un paraje despoblado. Pero muchos los vieron marcharse y se dieron cuenta. De todos los poblados fueron corriendo a pie hasta allá y se les adelantaron. Al desembarcar, vio un gran gentío y se compadeció, porque eran como ovejas sin pastor. Y se puso a enseñarles muchas cosas.
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